quarta-feira, 23 de dezembro de 2009

La Xunta pone en marcha 'aulas de castigo' para alumnos problemáticos


La mayoría de sindicatos cree que la medida es incompleta porque "crea guetos"
PABLO LINDE - El País - 20/12/2009
La Xunta las llama "aulas de convivencia"; algunos sindicatos y profesores, de "castigo". Pero en definitiva es lo mismo: un lugar a donde vayan los niños que dan problemas cuando el profesor los echa de clase. La Dirección Xeral de Educación envió en octubre una circular a los institutos de secundaria que les ofrece la posibilidad de poner en marcha este sistema, que ya da sus primeros pasos en algunos centros.
La circular 8/2009 define estas aulas como "aquellas establecidas para atender al alumnado que por su conducta disruptiva impida el desarrollo normal de su grupo en clase". También establece qué tiene que hacer el estudiante que esté allí: "Bajo la responsabilidad del profesorado de guardia realizará tareas específicas del curso del que proceda". Añade que el profesor que echa al alumno de clase es quien debe encargar y corregir estos deberes y que los padres deben ser informados cuando sus hijos sean expulsados de la clase normal a estas aulas.
Están pensadas para que el alumno pase en ellas la hora que haya sido expulsado y vuelva con el resto de sus compañeros después. Según explican los principales sindicatos de enseñanza, en casos de reiteración de la mala conducta, es posible que el alumno esté durante varios días apartado de su clase. En el aula de convivencia el estudiante díscolo comparte estancia con otros del resto de los cursos que hayan sido expulsados al mismo tiempo.
La mayoría de los sindicatos se oponen a este método tal y como está planteado, principalmente por dos razones: es "una segregación" de los alumnos conflictivos y un "gueto" para ellos, según lo definen algunos, y no están atendidos por un personal especializado, sino por el profesor del centro que en ese momento está de guardia. Sólo la Asociación de Nacional de Profesores Estatales (ANPE) aplaude esta decisión de la Xunta que no hace, según una portavoz de la Consellería de Educación, más que "remarcar directrices" que ya existían.
Pero tanto los profesores como los sindicatos consultados aseguran que es mucho más que esto. "Da a los profesores la herramienta y las pautas para expulsar a un niño de la clase, cosa que antes no existía; por eso creemos que es útil", argumenta Julio Díaz Escolante, presidente de ANPE Galicia.
En el polo opuesto está, por ejemplo, el Sindicato de Traballadores do Ensino de Galicia (STEG) que las tacha de "aulas de castigo". Maruxa Campos orientadora del sindicato no está de acuerdo "ni en la teoría ni en la práctica" de esta medida. "La alternativa no pasa por echar a los niños a una aula de castigo, sino por más implicación de los servicios sociales, de las familias, más formación y más mediación. Esto es un parche. Cuando un alumno crea problemas en clase muchas veces es porque tiene un problema familiar detrás. Eso es lo que hay que solucionar", argumenta.
Más duro es el responsable de enseñanza pública de CC OO, José Fuentes: "Nos parece fatal. Para esto ya estaba la escuela tradicional del franquismo. En ningún momento lo que pretende es buscar una solución a la convivencia, sino una solución errónea para sancionar. Educación entiende que la "conducta disrruptiva" hay que romperla separando al alumno del grupo. Como primer paso nos puede parecer bien, pero no que se vaya a un aula con un profesor de guardia, que cada día puede ser uno distinto. No prevé ningún plan para modificar ese tipo de conducta. El profesor que lo echa se quedará muy a gusto, pero el problema llegará a largo plazo para la formación del alumno".
En una línea parecida se manifiesta Manuel Dios, del Seminario Galego de Educación para a Paz (SGEP). Admite que es mejor esta medida que tener al niño expulsado de clase vagando por el patio, pero añade que es una "solución a medias". "Nuestra propuesta sería una aula no estable y no segregadora. No de todos aquellos alumnos que nos molestan sino de los que tengan problemas de convivencia, que tendrían que ser atendidos por personal que pueda trabajar especialmente con estos alumnos aplicando estrategias de mediación, de solución de conflictos, valores cívicos", dice Dios.
En lo que todos coinciden es que tras unas semanas de vigencia de la circular es pronto para evaluar cómo están funcionando las aulas. Algunos institutos empiezan a aplicarla. Otros, ni eso.

domingo, 20 de dezembro de 2009

A bofetada

Tira cómica de Eneko que non é preciso comentar.

terça-feira, 1 de dezembro de 2009

Fillos que levantan a man sobre os pais

Los especialistas alertan de la pérdida de referentes de autoridad en los casos de violencia juvenil

JUAN TALLÓN

La violencia juvenil alcanza desde hace tiempo a iconos antes intocables: padres, profesores, fuerzas de seguridad. La Fiscalía de Menores de Ourense evalúa cada vez más casos. Unos pocos derivados hacia la Justicia como delitos, en otros muchos, como una petición de ayuda por parte de unos padres, que llaman desesperados a la última puerta. Desde el Centro Terapéutico de Reforma de Montefiz, su equipo de psicólogos apunta a la caída de los referentes de autoridad como una de las explicaciones al fenómeno.


La Fiscalía de Menores se ha vuelto para muchos padres la última salida al infierno que los hijos han llevado al hogar. La violencia doméstica, ejercida por menores, ha dejado de ser un fenómeno extraño. En 2008, fueron ocho los menores procesados por este delito. Pero son muchos padres los que acuden a la Fiscalía antes que la convivencia familiar se judicialice. En el momento en que un hijo agrede a sus padres, e implosiona en casa la violencia, ésta no ha estado sino larvándose mucho tiempo antes de explicitarse en forma de golpes. ¿Qué ha tenido que ocurrir para llegar a ese punto sin retorno? Ricardo Fandiño, psicólogo del Centro Terapéutico de Reforma para menores de Montefiz, considera que ante todo ‘se ha perdido el referente de autoridad’, hecho que ‘ha llevado al menor a transgredir unos límites que, tal vez, no le han sabido marcar claramente’. Hablamos de una caída de referentes parentales, pero también de otras figuras que ejercen la autoridad, ‘y víctimas igualmente de la violencia, como profesores o policías’, añade Raquel Gude, psicóloga de Montefiz. ‘Yo hablaría de una sociedad’, afirma Fandiño, ‘en que el adulto no está puesto en valor. De hecho, ahora los adultos pretenden ser adolescentes. La tendencia es a prolongar esa fase de la vida’. Como resultado, los verdaderos adolescentes, los menores, confunden los roles. Ahora bien, bajo este razonamiento, se corre el peligro de creer que ‘está únicamente en manos de los padres torcer el destino de los hijos’, advierte Juan Basanta, psicólogo del Equipo Técnicos de Menores de la Fiscalía de Ourense. Es cierto que en relación a los padres ‘fallan’ algunos elementos en la estructura disciplinaria. Por una parte, estamos ante padres que ‘mantienen actitudes educativas inconsistentes, es decir, lo que hoy premian, mañana lo castigan’. En segundo término, ‘no realizan una adecuada supervisión de la conducta de sus hijos durante la infancia’. Eso significa desde evadirse ante las amistades del menor, a ausentarse de las reuniones del colegio’.

Pero, ¿y el menor?, ¿en qué medida contribuye a convocar el monstruo de la violencia? Los hijos conflictivos presentan tres rasgos distintivos, según Basanta: ‘La insensibilidad, porque no les importa el dolor que causan; la impulsividad, ayudada por la falta de cortapisas morales, y el narcisismo. Se creen los reyes del mambo, no aceptan lecciones de nadie, creen saberlo todo’.

‘Pueden ser tus jefes’

En unos chicos, estos rasgos tienen solución, en otros no. Que no tengan solución, en todo caso, no significa que acaben en la delincuencia. Basanta cree que ‘pueden ser tus jefes. Suelen ser los jefes. La gente que se cree maravillosa, impulsiva e insensible, son unos grandes ejecutivos, buenísimos. Eso sí, acosan a la gente, la despiden, pero ganan mucho dinero. Hay muchos políticos entre ellos. Esos son los casos que no se curan, porque nadie los diagnóstico’.

La violencia, a manos de menores, ‘ha dejado de estar vinculada a la marginalidad social’, según Raquel Gude. Hay menores que vejan o golpean a sus padres en las clases acomodadas. Julio Jiménez, delegado en Ourense del Instituto de Medicina Legal de Galicia, advierte que los hijos ‘se han creado como necesidades básicas el teléfono, internet, la televisión y salir los jueves al botellón, y cuando les falta algo de eso, hay problemas’. Esto favorece la tesis de la violencia ya no es marginal. Ni siquiera es más urbana que rural. ‘Es una problemática globalizada’, afirma Raquel Gude. Este es uno de los cambios: los actores de la violencia. El otro, es la violencia misma, que de ser marginal, y enfocada como un medio para conseguir algo necesario, se ha vuelto finalista: vejaciones, amenazas, huidas, robos en el propio domicilio... hasta llegar a la infamia de la agresión.

Dificultades para asumir el esfuerzo y aceptar el fracaso

El problema ‘no es tanto lo que estos chicos hacen, que también, como lo que son, cuál es el desarrollo de su personalidad’, hace notar Ricardo Fandiño. A menudo poseen graves fallas en el desarrollo de su identidad y su moralidad. ‘La violencia son los fuegos artificiales, pero por debajo existen más problemáticas: los chicos violentos a menudo tienen dificultades para conceptualizar todo lo que tiene que ver con el esfuerzo’. Trabajan con claves como ‘yo pido y ellos me dan o no me dan’, muy relacionadas con la infancia, y que llevan a la satisfacción o a la frustración. ‘Están acostumbrados a tenerlo todo, y no saben lo que es la frustración, el fracaso’, señala Julio Jiménez.

Su conducta aboca a los padres a la desesperación. En el caso del Centro de Montefiz, de referencia para toda Galicia, ‘llegan a nosotros desbordados, tras haber recurrido a otras instancias sin éxito, y frustrados porque han puesto mucho esfuerzo en compensar a los hijos’, señala Fandiño. El problema es que en ocasiones ‘no tienen tiempo para estar con ellos. Sobre todo, tiempo de calidad’. Esto conduce a la situación de conflictividad familiar que a veces existe con carácter previo a que explosione la violencia juvenil: separaciones conflictivas, divorcios, nuevas parejas, nuevos hijos, nuevas figuras parentales... ‘Dependiendo del momento evolutivo del menor, les afecta mucho’.